Publicado en Gestión, 15 de mayo de 2024

Hace poco leí que un empresario multimillonario falleció en un accidente sin haber dejado testamento y, más allá de la pena por su pérdida, esta situación planteaba dificultades a los herederos y al holding que había creado. ¿Este empresario pensaba en hacerlo más adelante o simplemente no lo tenía planificado y decidido?

Este ejemplo nos lleva a reflexionar sobre el saber vivir y, sobre todo, saber salir de esta vida. “Que tu vida no sea una vida esteril. Sé útil. Deja poso”, decía Josemaría Escrivá de Balaguer en su libro Camino. Hasta Steven Spielberg plasmaba esta premisa en los diálogos de El Soldado Ryan: “Ha sido mi vida una vida digna?”. Todo ello nos ayuda a interpelar nuestro actuar como personas. 

Para llevar esta reflexión al plano organizacional, quisiera proponer a los directivos pensar en dos cosas: en el futuro de sus empresas a 500 años, y en su legado profesional y personal. ¿Es descabellado pensar en la sostenibilidad de mi negocio medio milenio más adelante? Definitivamente no. Actualmente existen en el país 3 millones 91 mil 325 empresas, aún así hoy más que nunca la sociedad necesita de más y mejores empresas. Y es una lástima cuando una buena empresa se enferma, entra en declive o muere.

Insisto, pregúntese: ¿le gustaría que sus empresas perduren varios siglos? Si la respuesta es afirmativa, le sugiero conversar con un notario de su confianza. Pregúntele qué suele pasar cuando fallece el fundador (presidente o director), o cuando van muriendo tiempo después los herederos directos. Recuerde, el que más se preocupa por el futuro de una empresa es quien la ha creado o consolidado. Sin embargo, en el día a día, suele pasar que la estrategia multidisciplinar de corto plazo –aplicada reactivamente en los procesos de planeamiento estratégico– nubla la visión a largo plazo, a 500 años. 

Por ejemplo, Isabel la Católica, una de las soberanas más importantes de la historia de España, sí escribió un testamento. Pero, además de que pudo haberlo redactado mejor, no pudo prever desde luego la muerte temprana de alguno de sus herederos. Por ello, es crucial también pensar en la vulnerabilidad humana de los herederos.

Ojalá quienes reciban una empresa –tal vez ya bien estructurada y organizada al detalle– sean competentes, buenos líderes y, especialmente buenas personas comprometidas con el futuro de esa organización. No es fácil que se den a la vez estas 3 condiciones, pero aun así no están libres de enfrentar accidentes, enfermedades, divorcios, separaciones, riñas, rivalidades. Es la ley de vida que puede suponer un pesado lastre añadido para el futuro de la empresa.

¿Hay alternativas para seguir adelante? Por supuesto que sí las hay. El punto de partida, como lo hemos dicho, es que todos debemos pensar a largo plazo, en el legado que nos gustaría dejar y cómo nos gustaría morir. Tal vez los empresarios deban hacerlo más pronto y mejor. Y no a 25 sino a 500 años.

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