Publicado en Gestión Moderna, nº octubre 2014
La importancia del sistema judicial para el desarrollo del país no se puede exagerar.
En cualquier organización, y un país lo es, la justicia es el ingrediente mínimo para la unidad. Allá donde la percepción de justicia se resquebraja, las cosas ya no son como antes. La confianza desaparece y los costes sociales aumentan. Es necesaria la justicia, y es necesario que las personas sientan que la hay: la mujer del César además de serlo ha de parecerlo. La tentación es tratar de parecerlo sin serlo. Pero aunque la mona se vista de seda… La cosmética no resuelve la podredumbre.
La justicia no es exclusividad del poder judicial. Hacen justicia los directivos en las empresas, los profesores en los colegios. Pero es evidente que en las desavenencias sociales el papel de las cortes de justicia es primordial. Un país donde el poder judicial administra bien la justicia cuenta con un solido pilar sobre el que edificar el desarrollo y la paz social.
Es ya un lugar común la necesidad de buenas instituciones para el desarrollo. El poder judicial debe ser una buena institución, eficiente y respetada.
Pero, ¿cómo lograrlo? De esto se habla menos.
Intentaré primero señalar rápidamente las tres dimensiones de cualquier organización, por tanto, también las de una Corte de Justicia.
Hay organizaciones en donde se dice que la cultura de la empresa es el humor del dueño, cambia cada día dependiendo con que humor llega. “Si está de mal humor hoy no le digas nada y no te cruces en su camino”: esto lo sabe todo el mundo. Eso marca mucho la organización. Efectivamente, todos tenemos nuestros días pero hay que dar paso al autocontrol, primer ingrediente de una cultura eficiente. Un grupo de líderes con autocontrol.
Ahora, la organización, cualquiera que sea, se puede diagnosticar descomponiéndola en tres niveles: el plano de la eficacia, la atractividad y la unidad.
El primer nivel es el de la identificación. ¿Qué mueve a la gente? Esto es muy fácil de entender, lo podemos comparar con un ejército, con un equipo de futbol, y lo mismo en una empresa.
¿Qué necesita un ejército para que sea competitivo. Evidentemente tener armas, aviones, municiones, ¿eso es todo? No. Eso no es suficiente. Se necesita además contar con buenos soldados. ¿Y qué significa ser un buen soldado? Pues uno que sabe disparar, que sabe combatir… ¿Y con esto ya está? No. No es suficiente saber combatir para ser un buen soldado. Un buen soldado, además de saber pelear, tiene que ser patriota, ha de estar identificado con aquello por lo que pelea. El ejercito es tanto más competitivo cuanto más cuente con soldados patriotas, que sepan pelear y que estén bien armados. Esas son tres cosas elementales que un buen general ha de cuidar.
Esos son los tres niveles de cualquier organización: primero, patriotas; segundo, que sepan combatir; y tercero, que esté bien armados. El más importante es el primero, el grado de patriotismo, si hablamos de un ejercito. De éste, dependen los otros dos. Pero los tres son esenciales.
Veamos un equipo de futbol. Ocurre de manera similar. Jugadores identificados con el equipo, sería lo equivalente a patriotismo; y estas son las intenciones que quieren ver los aficionados en primer lugar: ¿juegan de verdad o a medio gas?.
Un buen entrenador se ocupa de este primer nivel: cuidar qué ambiente hay en el banquillo, si hay compañerismo, si hay identificación con el conjunto, si se ayudan unos a otros, o por el contrario, si se dan rupturas, división, envidias o rencillas.
Además debe ocuparse del segundo nivel de la organización, que es el conocimiento.
Para esto la pregunta clave es: ¿saben jugar? ¿cómo juegan? ¿se entienden bien entre ellos? ¿Hay química o por el contrario chispas radiactivas y explosiones nucleares? Esto conforma también la cultura de este equipo y hay que conocerlo.
Entonces, partimos de un buen ambiente, de jugadores que se ayudan entre sí, seguimos cuidando de que se comprendan jugando, que entiendan que si tiro el balón por allá habrá alguien que lo reciba. Cuando estos dos ingredientes se dan tengo una cultura que favorece la competitividad.
En una empresa es similar, tengo que cuidar estos tres niveles, estos tres ingredientes. Estos planos mucha gente no lo distingue. A mí me parece elemental. En una empresa, en primer lugar tengo que cuidar el compañerismo, cómo se trata a la gente, especialmente los más débiles. Y luego hay que saber cómo están, darles formación. En tercer lugar, debo brindar recursos, recursos económicos, infraestructura, tecnología etc. Todos estos aspectos en su conjunto contribuyen a la competitividad.
Apliquemos esto a una Corte de Justicia.
¿Cuál es su propósito? ¿Qué partido juega? ¿Qué batalla libra? A mi me parece que satisface una necesidad imperiosa: ofrecer resoluciones justas a sus “clientes”.
¿Con qué armas cuenta? Las leyes.
¿Quiénes son los soldados o jugadores? Los magistrados y todas las personas que participan en el servicio.
¿Cómo han de ser los magistrados? En primer lugar, patriotas: deben tener aprecio por el país, y por la función con la que sirven al país. Y deben ser justos, deben vivir la virtud de la justicia. Buscar genuinamente entender quién tiene la razón, y darle a cada uno lo justo, lo suyo; a pesar de los pesares.
¿Qué hace falta saber para ello? Hace falta conocer bien qué es justo y qué no lo es, saber discernir qué parte de razón tiene cada parte en un conflicto. Además, debe saber desenredar los enredos. Además, ha de ser persuasivo, ser justo y parecerlo. Lograr que incluso aquellos a quienes no se les ha dado la razón, vean que han sido tratados con respeto y justicia; que han sido escuchados…
Han de encontrar lo justo en cada caso y servirse de las leyes para concederlo. No al revés. No usar arteramente los códigos para justificar la sinrazón.
Esto en cuanto a los magistrados y sus empleados.
Pero, ¿Cómo lograr un ejercito así? ¿Cómo lograr un equipo con esa calidad de jugadores? Con buena gerencia.
De la misma manera que un buen entrenador cuida de sus jugadores, un buen presidente de corte ha de cuidar de todos los empleados de la organización. Primero, predicar con el buen ejemplo. Segundo, cuidar que las políticas de la organización de la Corte sean adecuadas: faciliten en lugar de dificultar. Sabiendo que ninguna política por magnífica que sea logra por sí sola el buen funcionamiento.
Es precisa la buena gerencia en las macrodecisiones, y sobre todo en el liderazgo cotidiano. El buen trato a todos los empleados, especialmente a los más débiles.
Cuando en una organización empieza a haber un número crítico de buenos líderes y de buenos profesionales, las cosas empiezan a mejorar. Se hace lo que se debe hacer: ahogar el mal en abundancia de bien. Merece la pena.
Comentarios (1)
El tema tiene da mucho para hablar, la lógica planteada de los tres niveles ayuda, pero ¿es suficiente?, ¿alcanza para plantear las soluciones?.
No veo claro cómo lograr la unidad y la atractividad en una organización que no tiene norte, o el norte que debería tener. Si estoy en una organización marginal (ya sea por estar al margen de la ley o siendo legal sea inmoral o no regida por la ética) ¿cómo le hago para identificarme?, ¿cómo uso el análisis de los tres niveles?, un poco difícil; solo quedaría retirarme de la organización, buscar un lugar mejor, pero tampoco se resuelve el problema.
El análisis del primer nivel debería de empezar por cuestionar los valores y la misión de la organización y si queremos ser más arteros cuestionar el entorno interno y el entorno externo.
Es posible que en un futuro cercano se logren mejorar los planos del querer, saber y hacer en el poder judicial, pero no tengo claro si esto resuelva el problema.
El poder judicial le sirve a la sociedad, y la base de la sociedad es la familia. Por otro lado, las leyes al poder judicial le son impuestas. Estamos en una etapa de nuestra sociedad en la cual se discute sobre la legalización del aborto “terapéutico”, la “unión civil”, una etapa en la cual operan legalmente clínicas y laboratorios que experimentan con embriones humanos, entre otras situaciones que no hacen más que atacar a la familia. Esto, en teoría, es para el poder judicial parte del entorno externo y poco a poco formará parte de su entorno interno. No veo muy claro cómo el poder judicial podrá cumplir su misión de hacer justicia en un entorno de esta naturaleza. Quizás hay que recurrir a un análisis más profundo; ¿será posible que como sociedad estemos en decadencia?