Según me cuenta un amigo, fue en Roma donde Juan Antonio Pérez López, pronunció la conferencia con este título, Enseñar a pensar.
He usado este texto en un curso de “antropología analítica” que di el año pasado.
Ofrece un marco a lo que con Pablo Ferreiro, escribí en algunos capítulos del libro Gobierno de personas en la empresa.
Merece la pena ser leído, releído, discutido, rumiado, interiorizado… por educadores, directivos, líderes de opinión, etc.
Un botón de muestra:
“Un idéntico esfuerzo hecho por motivos distintos a los que se recogen en el criterio de consistencia, no produciría ningún desarrollo de la virtud sino más bien todo lo contrario. Un estudiante, por ejemplo, que haga grandes sacrificios para aprender una materia y así ser alabado por el profesor o admirado por los demás puede, sin duda, aprenderla, pero sus virtudes morales también pueden haberse deteriorado en el proceso“.
Termina con estas palabras. Leídas ahora, parecen premonitorias:
“Los proyectos educativos que no intentan el perfeccionamiento de la prudencia producirán educandos incapaces de desarrollar las virtudes morales que hayan adquirido en el seno de la familia. No es extraño, por lo tanto, que en una sociedad cuyas instituciones educativas han sido infectadas por el racionalismo, tantos padres y madres de familia vean como esas instituciones enseñan ciencias o técnicas a sus hijos pero en el proceso son erosionados los valores que éstos habían internalizado en casa“.
Ojalá les sirva.