Revista PAD, 2001
Todo el mundo habla de liderazgo y de los líderes. Y parece de esas cosas que cuanto más se habla de ellas, más se echan en falta: democracia, libertad, eficacia y creación de riqueza, etc. Perú cruza el umbral del nuevo milenio con muchas esperanzas, pero teniendo que digerir algunos malos tragos que en el ámbito político producen resaca y decepción.
Ha venido a mi memoria estos últimos días, una noticia que leí hace unos pocos años en un diario nacional. Se trataba de una entrevista a uno de estos “gurús” que de vez en cuando vienen a decirnos cuáles son las claves del éxito, a cambio eso sí de una buena cantidad de dólares. En aquél caso, se trataba de un profesor de ciencias políticas de una muy prestigiada universidad norteamericana. No voy a decir quien era ni de qué universidad procedía, pero se trataba de una de las mejores. Venía a Perú para asesorar al Gobierno.
El fondo de su mensaje era el siguiente. El gobierno y los partidos políticos han de manejarse con criterios empresariales. El criterio empresarial es hacer aquello que aumente las ventas y el beneficio. Las ventas y el beneficio de un partido político y aquí viene el detalle son los votos (o mayor índice de popularidad o aceptación). Bien está todo lo que contribuya a ello. Punto y final, esto era todo.
No sé cuánto cobró con cargo a las arcas del Estado, pero cuando leí aquello me acordé de aquel viejo refrán que no por viejo es menos verdadero: «cría cuervos y te sacarán los ojos». Este “experto” no hablaba de liderazgo, pero tenía una clara concepción de lo que es el liderazgo, aunque fuera implícita. Los supuestos implícitos resultan siempre más importantes que los explícitos, y mucho más peligrosos cuando no son razonables. Las amenazas invisibles son más peligrosas que las que se ven venir. Su concepción implícita es la de que el Líder es quien consigue la eficacia, a como dé lugar: esto no se dice así explícitamente pero no se habla de otros criterios de toma de decisión. Es uno de los paradigmas que subyacen en la mayor parte de las concepciones sobre liderazgo: el mecanicismo, que dicho en lenguaje más coloquial se puede denominar tiranía o dictadura.
Seguramente algunos de quienes le escucharon aprendieron bien la lección. Las consecuencias las estamos viendo, son de todos conocidas y no voy a detenerme en ellas. Pero hay que recordar que se ha pagado mucho dinero a expertos que vienen a decir esto. Y que consecuencias parecidas se dan al interior de las empresas.
Existe otro gran paradigma acerca del liderazgo. El líder no debe imponer sino persuadir, debe favorecer el consenso, trabajar en equipo, buscar la participación, etc. como fines en sí mismos. Es decir, ha de preocuparse de hacer atractivos los trabajos a la gente y que se muevan no sólo como el burro detrás de la zanahoria. Pero, sin tener claro por qué hay que preocuparse de ello, cuando el mercado aprieta, se lanzan por la borda todas esas consideraciones. Es el paradigma psicosocial, que fácilmente degenera en el arte de la manipulación y la demagogia; empresarios y políticos expertos en retórica y palabrería, para seducir, como un encantador de serpientes. Recuerdo un viejo político europeo de quien se decía que bastaba que saliera en la televisión para convencer a todo el mundo de lo que sea, si hacía falta. Y me acuerdo del libro de un escritor europeo: “Abuso de lenguaje, abuso de poder”.
Vivimos en un mundo en el que con frecuencia se abusa mucho las palabras. Palabras ricas de contenido auténtico, genuino, han perdido su lustre a base de abusar de ellas de cualquier manera. Amor, libertad, democracia, virtud, honestidad, etc. El liderazgo corre el mismo peligro.
¿Qué es el liderazgo?
Obviamente es una cualidad de alguien que dirige, gobierna. Pero no todos los que dirigen, gobiernan, influyen o arrastran a las masas son líderes en el sentido genuino del término. Cuando tengo que hablar de este tema, a veces suelo pedir al auditorio que mencionen nombres de líderes. No suelen mencionar líderes en la empresa quizá por ser menos conocidos pero refieren personas como Gandhi, Hitler, etc. Ante esta respuesta, suelo continuar mi interrogatorio: «entonces, ¿qué dirían uds, que el mundo necesita líderes, es decir, gente como Hitler?». Se palpa la perplejidad en el ambiente. Han caído en la cuenta de que hay líderes positivos y líderes negativos. Bueno, es una manera de abordar la cuestión. Pero yo prefiero reservar el nombre de líderes a los que son positivos, y para los otros utilizar otros calificativos más apropiados: tiranos o demagogos.
Es un hecho que los tiranos y demagogos también dirigen. Es claro, por tanto, que hay que distinguir diferentes aspectos en un directivo o gobernante. La mejor manera que he encontrado para distinguir estas cuestiones es siguiendo a nuestro entrañable Pérez López asentar los cimientos en la persona y sus necesidades. Las empresas las crean personas, se integran por personas, tienen personalidad, y están para resolver problemas satisfacer necesidades de personas. Si esto se niega estamos perdidos. Y lo mismo debe decirse de las empresas políticas o de los gobiernos de las naciones.
Para entender qué es el liderazgo, los conceptos básicos son las necesidades humanas, motivos, motivación, dimensiones de la organización; después, ya puede analizarse con mayor precisión y de modo más operativo otros asuntos: el liderazgo, el poder y la autoridad, la comunicación, la delegación, la remuneración, el crecimiento, etc.
En esta ocasión, intentaré exponer brevemente las líneas maestras sin las cuales, el liderazgo es una quimera, y se utiliza para camuflar la tiranía o la demagogia.
En primer lugar, las necesidades humanas. Recogiendo un patrimonio de más de 25 siglos de reflexión sobre el tema, y echando mano de aquellas cosas en las que todos los pensadores están de acuerdo, se puede decir para decirlo de una manera rápida que son tres: necesidades materiales, cognoscitivas y afectivas. Y no conviene hablar de jerarquías entre ellas, pues todas son importantes y todas están ahí. Las materiales están claras, y se solucionan con el tipo de cosas que el dinero puede comprar. Las cognoscitivas (el afán de saber) a veces pasan más desapercibidas, pero son mucho más potentes que las primeras. Las afectivas: ser útil y sentirme querido; son las que dan sentido a la vida. Las dos primeras son necesarias para la supervivencia; las afectivas son las que hacen que merezca la pena sobrevivir. Al leer esto, el cínico sonreirá con escepticismo. Habría que preguntarle si le gustaría tener todo el dinero del mundo, y disfrutar de ello, él solo en una isla desierta.
La empresa está para resolver esas necesidades ¿para qué otra cosa iba a estar la empresa?; ellas son, a su vez, los motivos de la acción humana. Los famosos motivos Extrínsecos, Intrínsecos y Trascendentes, de que hablaba Pérez López. Los TRES son buscados por todas las personas, también en la empresa y en las organizaciones políticas; aunque las afectivas se satisfacen de modo más adecuado en la familia y en las relaciones de amistad, también en la empresa: ¿o es que en la empresa es mejor que no haya amistad y cordialidad?
Las dimensiones de la empresa también son tres: Eficacia, es decir, beneficio, rentabilidad que es la capacidad de la empresa de satisfacer los motivos extrínsecos (necesidades materiales) de quienes en ella participan; la Competencia Distintiva, el know how diferencial con la que se satisfacen los motivos intrínsecos (n. cognoscitivas). Y la tercera, Unidad todos empujando en la misma dirección, que se basa en la Confianza, capacidad de la empresa de satisfacer las necesidades afectivas de sus miembros: esto depende de que todos especialmente los jefes trabajen para satisfacer las necesidades (cualquiera de ellas o las tres a la vez) de los demás: subordinados, clientes, proveedores, superiores, dueños y accionistas, etc. La Confianza fundamenta la Unidad, la Identificación, y es la base de la continuidad de la empresa en el tiempo, del aumento sostenido de los ingresos y de la paulatina reducción de los gastos. Una persona identificada con su empresa pone su ingenio en mejorar el beneficio. Aunque no dependa directamente de él, ahorrará allí donde pueda, suministrará ideas, venderá los productos y servicios aunque no trabaje en el departamento comercial, etc.
Lo importante es darse cuenta de todo el mundo en la organización especialmente los que tienen más poder en ella cada vez que toman una decisión producen un impacto en estos tres planos: afectan para bien o para mal a la cuenta de resultados, incrementan el patrimonio de ideas buenas, y se hacen más dignos de confianza.
Por tanto, los TRES son criterios a tener en cuenta en cualquier decisión dentro de la empresa, y no sólo el beneficio. El beneficio inmediato es un criterio válido, pero no el único. Las tres dimensiones son críticas e importantes; las tres son criterios de decisión. Cuando se desatiende una de ellas, puede, eventualmente, resolverse un problema, pero al precio de provocar un problema mayor.
Sin Eficacia, todo lo que se diga es palabrería vacía. La cuenta de resultados Eficacia es la primera obligación del directivo, como la creación de riqueza ha de ser la primera responsabilidad de un gobernante. En eso se nota el Estratega, que es la primera dimensión del directivo. De nada sirve un general que pronuncié maravillosas arengas si no gana las guerras. De nada sirve un político que encandile a las masas con discursos memorables, si dilapida los recursos del país. Perú lo que más necesita son más y mejores empresarios, que descubran oportunidades de satisfacer las muchas necesidades de la población, obteniendo un margen positivo al hacerlo. Y hay que apoyar a quienes tienen ese talento.
Pero la segunda dimensión también es crítica: la Competencia Distintiva. En eso se nota siguiendo los términos que utilizaba Pérez López el Ejecutivo, que es la segunda dimensión del directivo. No es sensato descubrir muchas oportunidades de negocio, si al llevarlas a cabo se pierde de vista aquello que sabemos hacer bien de modo diferencial (con respecto a la competencia). La competencia distintiva ha de ir de la mano con la Eficacia. Alfred Sloan, que no sabía nada del sector automotriz, dirigiendo la General Motors le ganó la partida a la Ford. A veces no asistía a las reuniones sobre planeamiento estratégico, pero no se perdía las que tenían que ver con las ideas y las personas portadoras de esas ideas.
Hay directivos que son buenos Estrategas, hay otros que son buenos Ejecutivos. Ambos se echan en falta, sobre todo aquellos que son a la vez buenos en ambos aspectos. Pero es preciso que sean Líderes, si no cuanto más talento tengan como Estrategas o Ejecutivos mayor será el daño de su tiranía o su demagogia. Tirano es un Estratega que no es Líder. Demagogo es un Ejecutivo que no es Líder.
Y, ¿qué ocurre con el Liderazgo?. Es la tercera dimensión del directivo. En el sentido neto del término, Líder es el directivo o gobernante que incrementa la Eficacia, siguiendo la ruta de la Competencia Distintiva, siendo digno de confianza para su gente. Utiliza su talento como Estratega y Ejecutivo para satisfacer sus necesidades, satisfaciendo la de los demás. No es quien logra la Eficacia de cualquier manera, avasallando a quien se le pone delante (eso es un Tirano). No es quien logra hacer atractivos los trabajos, a costa del beneficio, y camuflando el deterioro de la rentabilidad con palabrería y excusas (eso es un Demagogo). Tampoco es quien con gran actitud de servicio construye un gran ambiente de unidad en una organización, pero sin beneficios (eso es un Bonachón inútil para gobernar nada, por muy buena persona que sea).
El Líder es quien maneja los TRES criterios de toma de decisión. Los tres a la vez, y los maneja bien. Para cruzar la calle hacen falta tener en cuenta dos: hay que mirar a un lado y al otro de la calle, pues por cualquiera de los dos lados puede venir el camión que me atropellará. En el gobierno de las organizaciones hay que mirar las TRES direcciones mencionadas. En eso es experto el Líder. Y este tipo de empresarios y gobernantes son los que necesita el Perú para este nuevo milenio. Líderes que formen a otros Líderes y no se vayan del país.
Para concluir: ética y poder
Hace unos días me comentaba un estudiante de una muy conocida universidad de Lima, lo siguiente: en una reunión de estudiantes empezaron a comentar los recientes acontecimientos de la escena política nacional; varios de ellos afirmaron con toda franqueza que en política vale todo eso mismo le escuché a un congresista hace unos días, que el fin de la política es el poder, que así es como hay que actuar, y que lo demás son pamplinas. Yo le dije que me parecía que por ahí no iban las cosas: que el fin del gobierno (ya sea en la empresa o en la política) es el bien común: es decir, resolver problemas, atender a la satisfacción de las necesidades humanas (las propias y las de los demás). Mi amigo estudiante me recriminó que eso no es lo que se enseña, que siempre les han dicho que el fin de la política es el poder.
Hay que poner sobre el tapete otra de esas palabras ya manidas por el mal uso que se hace de ellas: la ética. Se habla mucho de ella, pero no se aclara ni se enseña. La ética es la gran desconocida. Incluso entre empresarios se discute a veces sobre si la ética es rentable o no lo es. A mí me da la impresión de que discutir de eso es como discutir sobre el mar y los peces.
Ética es la realidad. Ética es atenerse a la realidad en todos sus aspectos. Ética en la empresa es atenerse a los TRES tipos de resultados. Ética es resolver problemas sin crear problemas mayores. El Líder del que hemos hablado es ético. El Tirano y el Demagogo son inmorales. El Bonachón es ético pero es inútil para la empresa y debe dedicarse a otra cosa.
Y el Líder a la hora de dirigir a su gente, los evalúa también según los TRES criterios. No asciende a quien logra Eficacia sin fijarse en nada más. Asciende a quien logra Eficacia, fortaleciendo la Competencia Distintiva y construyendo Unidad y Confianza Mutua. Los tres criterios en acción, de igual manera que un papá no deja que su hijo pequeño cruce solo la calle porque vea que ya mira en una dirección. Y cuando alguno de los jefes que de él depende, logra la Eficacia deteriorando la Unidad de la organización, al Líder no le tiembla la mano para usar el poder y cortar cabezas de tiranos, de demagogos o secuaces de Maquiavelo o Nietzsche, que puedan haberse infiltrado en su organización. Primero tratará que cambien, pero cuando hay gangrena hay que cortar. Despide sin contemplaciones, y se va a casa con la conciencia tranquila, con el sano orgullo de haber protegido el buen ambiente de su empresa y con ello los beneficios. Y podrá contarle a su hijo por qué y cómo ha tenido que despedir a alguno. El Líder haciendo negocio le saca el mejor partido a la vida.
El tirano y el demagogo, se buscan excusas y no despiden a los que son como ellos: el tirano porque se sirve de ellos; el demagogo porque no quiere darse un mal rato. Pero prefieren no descender a muchos detalles cuando sus hijos les preguntan. Al final se encuentran con problemas mucho peores. Más que ira dan lástima, pues harán suyas las palabras del rey Macbeth, quien también tuvo mucho poder pero no lo usó bien:
«He vivido bastante; el camino de mi vida declina hacia el otoño de amarillentas hojas; y cuanto sirve de escolta a la vejez: el respeto, el amor, la obediencia, el aprecio de los amigos, no debo pretenderlos. En cambio, vendrán maldiciones ahogadas, pero profundas, homenajes de adulación, murmullos que el pobre corazón quisiera reprimir y no se atreve a rehusar». (Shakespeare, Macbeth, acto V, escena III).