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EXPERIENCIAS

Desinformación: siempre da que hablar y nunca pasa de moda

06 de junio, 2021


Veamos la siguiente historia:

Una niñita de Madrid salió a hacer su primera excursión al campo. Tenía ocho años y sólo conocía la gran capital, y el coche, la carretera y Benidorm en agosto. Se quedaba admirada de todo. Pero su admiración llegó al culmen cuando, entusiasmada, gritó: “¡Mirad, mirad, un dinosaurio!”. No había en ese páramo un anuncio de la película de Spielberg. Lo que estaba mirando nuestra encantadora niña era una vaca. Sí una hermosa vaca. Con su mirada bobalicona, sus cuernos, sus “cuatro patas muy largas que le llegan hasta el suelo —según rezaba la letra de una antigua canción de broma—, sus ubres bien llenas, su rabo para espantar a las moscas… Y así se lo hizo ver con cariño la maestra, quien le explicó que “la vaca era un animal (…) que nos proporciona carne y leche para nuestro sustento…”

Hagamos una pausa antes de continuar con esta historia que, por cierto, no ocurrió realmente —según me contó Gabriel Galdón, de quien la he tomado—, aunque podría haber sucedido. Lo menciono porque al final de los créditos de las películas suele decirse que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Pero, en cualquier caso, coincido con Galdón y me sirvo yo también de la historieta para introducir algunos conceptos sencillos, de modo que, en este caso, cualquier parecido con la realidad está buscado a propósito.

– ¿Qué nos parece esta historia?
– Pues vaya tontería de pregunta: una niña que confunde una vaca con un dinosaurio… y su profesora le explica que es una vaca y no un dinosaurio… Es muy sencillo, a nadie le sorprende que un niño confunda cosas, para eso están los padres y los profesores, que han de enseñarles e ir aclarándole los temas, ¿o no?
– Efectivamente pero ¿es un gran problema que una niña de ocho años confunda una vaca con un dinosaurio?
– Bueno, gran problema no es. A lo sumo, la niña podría estar haciendo el ridículo por confundir esas cosas, pero no tendría mucha importancia pues es fácil de resolver —es lo que está haciendo su profesora— y a una niña pequeña se le pueden disculpar más cosas que a un adulto. Además, esta niña vive en una gran ciudad, y no creo que sea muy crítico para ella saber lo que es una vaca. Actualmente hay niñas que creen que la leche viene del supermercado. Sería más grave si no tuviera claro que antes de cruzar la calle debe asegurarse de que no viene ningún vehículo.
– ¿Qué nos parece la actuación de su profesora?
– Pues está muy bien, ¿acaso no es eso lo que se espera de una profesora? Se ha dado cuenta del error de la niña, le está aclarando que no se trata de un dinosaurio –que no existen realmente– y le explica qué es una vaca.
– Y ¿qué nos parece la información que la profesora está dando a la niña?
– Pues muy bien, ¿qué le va a decir? Le está explicando que una vaca es un animal que proporciona carne y leche para alimento de las personas… Eso es verdad. Además, es lo que una niña de ocho años supongo que debe conocer acerca de las vacas: sobre las vacas se pueden explicar infinidad de cosas pero no se trata de una alumna de veterinaria. Si se tratara de un toro en lugar de una vaca, debería empezar diciéndole que no se acerque porque puede ser peligroso; pero las vacas suelen ser mansas y no embisten.

1. ¿Qué es informar?

Efectivamente, lo que ha hecho la profesora con la niña es informar. Pero ¿qué es informar? Este es un primer concepto que puede sernos útil. Informar, comunicar, es el propósito del trabajo de un periodista, aunque las demás personas también lo hacemos todos los días. Así como el fin del trabajo de un médico es curar, el de un periodista es informar. Y esta profesora también está informando, como todos hacemos también –insisto– cuando nos comunicamos con los demás. En ese sentido, todas las personas son “medios” de comunicación, además de destinatarios de la comunicación: no comunicamos a las piedras sino a las personas; las instrucciones que le damos a una máquina no son propiamente comunicación.

Información es –dice Galdón– la comunicación adecuada del saber sobre las realidades humanas actuales que a los ciudadanos les es útil saber para actuar libre y solidariamente. O de otra manera, una definición más fácil de recordar, con cinco palabras que comienzan con la misma letra “ese”: informar es transmitir una Síntesis Significativa de un Saber al Servicio de la Sociedad (Galdón).

¿Ha informado nuestra profesora de lenguaje? Nuestra profesora ha transmitido un saber, en este caso, sobre las vacas: por supuesto un saber verdadero, porque si no fuera verdadero no se trataría de un saber y confundiría aún más a la niña. Además, puesto que no le quedaba más remedio, ha elaborado una síntesis —las vacas dan leche y carne– de lo que ella sabe sobre las vacas. Seguramente, la profesora sabe mucho más sobre las vacas, aunque no sea zoóloga, pero no puede contar todo lo que sabe, aunque solo sea por razones de tiempo. También ha transmitido la síntesis que ella cree significativa para su alumna: es decir, una síntesis que su alumna pueda entender –la niña bebe leche y come carne– y que le resulte de utilidad, que le ayude a andar mejor por la vida: al servicio –que le sirva– de la sociedad –destinataria de la información, en este caso esa alumna–.

2. ¿Qué es desinformar?

Vamos a dejar las vacas para más adelante. Supongamos que a la niña de nuestra historia quisiéramos informarla ahora sobre las manzanas: otra realidad que no es cercana a los humanos como las vacas, y que a la niña le puede ayudar a andar por la vida de una buena manera.

Deberíamos transmitirle la síntesis significativa de lo que sabemos sobre las manzanas que a la niña le sirva saber. Es decir, habría que explicarle con un lenguaje que la niña pueda comprender que las manzanas son frutas comestibles, muy sanas, etc. Aunque he de confesar que el autor de este escrito no es amigo de las manzanas.

Ahora bien, si en lugar de transmitirle eso, le contamos muchas cosas sobre las manzanas como, por ejemplo, que las hay de diversos tamaños, que adoptan variadísimas tonalidades y colores, (…) que a veces algunos pintores las han pintado en sus cuadros, le explicamos la composición química de las manzanas, … afirmaciones todas ellas verdaderas, como también es verdad que no son del agrado del autor de este escrito; es decir le contamos muchas verdades sobre las manzanas pero no le decimos que se trata de una fruta comestible, ¿qué ocurre?

Pues puede ocurrir que la niña se canse de tantos datos o, al contrario, que le parezca muy interesante y amena la explicación, pero este no es el punto importante. Lo importante es que quizá la niña piense que está informada sobre las manzanas, cuando en realidad desconoce lo esencial que a ella le resultaría útil conocer: que se trata de una fruta comestible.

Indudablemente, conoce verdades sobre las manzanas, si ha entendido la explicación, pero desconoce la verdad tal vez más importante para ella.

Pues bien, la niña está desinformada sobre las manzanas: cree que sabe pero está peor que antes de la explicación, cuando quizá no supiera nada sobre las manzanas. Si antes le hubiéramos preguntado sobre las manzanas, ella nos podría haber dicho que no sabía nada. Consciente de que no sabe nada, en el caso de que pensara que necesita ese conocimiento se habría puesto a preguntar, a investigar. Pero, tras la supuesta información que ha recibido, resulta que desconoce lo que para ella sería relevante sobre las manzanas; de modo que está peor que antes. Es mejor ser consciente de que no se sabe algo, que estar convencido de que se sabe cuando es falso lo que se sabe. Es mejor ser consciente de desconocer lo que es relevante conocer que estar convencido de que ya se sabe lo que se necesita saber. La conciencia de la propia ignorancia es mejor que la ignorancia inconsciente. Darse cuenta de que no se sabe es un punto de partida para empezar a saber.

La desinformación ocurre cuando parece que hay información pero en realidad no se está transmitiendo esa síntesis significativa —de un saber— que sirva a quien se está supuestamente informando. Desinformar, por tanto, es transmitir un saber superficial, parcial, inútil, o insignificante e irrelevante.

Obviamente, la desinformación es peor si se trata de falsedades. Pero no es suficiente conocer verdades sobre las manzanas si esas verdades no son las relevantes que uno necesita. Puedo estar desinformado a pesar de que las cosas que sé y transmito sean todas verdaderas. Por ello, es importante darse cuenta de que no es suficiente decir verdades a la hora de informar, como veremos más adelante.

La persona desinformada, por tanto, desconoce lo verdadero y esencial de algo, está en el error, o tiene confusión sobre lo que necesita y le es útil para actuar libre y solidariamente.

No es deseable estar desinformado. La importancia de estar desinformado dependerá de la mayor o menor importancia del tema de que se trate. Si nuestra niña de ocho años piensa que sabe mucho sobre las manzanas —desconociendo lo esencial (que es una fruta comestible)— quizá no sea muy grave para ella, como tampoco lo sea quizá que confunda una vaca con un dinosaurio, o un colibrí con un canario. Más grave sería que estuviera desinformada sobre otros asuntos más vitales para ella: por ejemplo, más grave sería si confundiera la gaseosa con la lejía.

3. ¿Qué es manipular?

Manipular es un asunto más serio. Manipular es desinformar de modo consciente con la intención de engañar, tratando que la persona a la que se quiere manipular termine pensando que sabe cuando en realidad desconoce, al modo de ver del manipulador, lo que le ayudaría a actuar con más libertad y solidaridad.

La diferencia entre manipular y desinformar consiste en que quien manipula es consciente de que está desinformando y lo hace adrede: quien manipula lo hace con mala intención. No quiere informar, no quiere ayudar a la persona a la que se dirige sino todo lo contrario, aprovecharse ilegítimamente de ella de alguna manera.

Por el contrario, quien desinforma piensa que está informando bien —aunque esté equivocado—: no se da cuenta de que está desinformando. Quien desinforma no tiene la intención de desinformar: actúa con la buena intención de informar; si no logra informar bien no es porque él no quiera hacerlo, sino por otras razones, que también examinaremos.

Desinformar es parecido al médico que tiene la intención de curar al paciente, y pone todo su saber y los medios de que dispone al servicio de la persona a la que atiende, para ayudarla. Pero le aplica un tratamiento que no es el más adecuado —aunque él crea que sí— y el paciente o no se cura, o no se cura de la mejor manera: más rápido, con menos molestias, ahorrándose visitas al médico, pruebas, gastando menos en medicinas, etc.

Manipular es parecido a lo que haría un médico desaprensivo que quiere aprovecharse de su paciente: quiere cobrarle en exceso, o hacer experimentos sin el consentimiento del paciente, o sin que a éste le vayan a ayudar a tener mejor salud, le alarga el tratamiento, receta medicinas por las que él gana comisiones en lugar de otras que —siendo igualmente eficaces y probadas— son más económicas, hace pruebas que innecesarias, etc. El caso más grave sería el del médico que usara sus conocimientos para hacer un daño injusto o asesinar.

¿Por qué se manipula? Para usar de modo abusivo a los demás. Manipular es tratar a las personas como si fueran solo cosas, recursos: cosas o animales. La manipulación puede hacer daño a las personas: mayor o menor daño, dependiendo del tema de que se trate.

¿A alguien le gustaría ser manipulado? Pues pareciera que no. La mayoría de las personas no queremos que nos traten como cosas –eso es manipular– sino como personas, no queremos que nos hagan daño. Queremos que nos traten de la misma manera, al menos, que le gustaría que le tratasen a quien nos trata así. Si vamos al médico agradecemos que el médico nos atienda de la misma manera que si él fuera el paciente quisiera que le atendieran; el mínimo que exigiríamos sería lo que el mismo médico no quisiera, al menos, que le hicieran.

¿Es fácil manipular? No es sencillo manipular precisamente porque las personas tratamos ordinariamente de evitar que nos manipulen o nos tomen el pelo. Puede ser tan difícil como tratar de agarrar un pez con las manos. Es tanto más difícil cuánto mejor formada esté, cuanto más sabia sea la persona a la que se trata de manipular. Por ello, uno de los mensajes que quiero transmitir es la importancia de ser conscientes, en primer lugar, de que como hay manipuladores es conveniente, por tanto, estar precavidos y tratar de inmunizarse: uno se inmuniza formándose bien, al menos, en los temas más importantes para ser más libres y más solidarios, como veremos.

Quien manipula, por tanto, trata de hacerlo sin que se note. La manipulación se oculta, se disfraza usando diversas técnicas con apariencia de información –de protegernos contra las “fake news”, de servicio al bien común, etc.–, siendo persuasivo, verosímil, pero tergiversando la realidad, distrayendo de lo importante y esencial: algunas técnicas las veremos más adelante.

¿Es fácil evitar la manipulación? A veces no es fácil evitar que nos intenten manipular: este libro intenta ayudar en ello. Pero por parte de quien lo hace no es tan difícil: basta con no querer hacerlo y no hacerlo de hecho. Pues, por suerte, nadie manipula sin darse cuenta. Puedo estar desinformando sin ser consciente de que desinformo —confío no estar desinformando al escribir esto—, pero es imposible manipular sin darse cuenta de lo que se está haciendo; precisamente porque lo específico de la manipulación es la mala intención, y todo el mundo es capaz de darse cuenta de la intención con que hace algo: basta que reflexione un momento sobre ello.

¿Es fácil distinguir cuándo se trata de desinformación y cuándo de manipulación? Como la diferencia estriba en la intención de quien lo hace, no es nada fácil saberlo. Para afirmar que alguien está manipulando es preciso conocer la intención con que hace lo que hace. Pero es difícil conocer la intención con la que una persona actúa.



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Termino sugiriendo dos videos: en el primero, que es muy breve, Gabriel Galdón da las pistas sobre esta cuestión. En el segundo expongo yo estas cuestiones con mayor amplitud:

Escrito por:
Manolo Alcázar García

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